Por Dr. Claudio H. Cova, Presidente de la Federación Bioquímica de la provincia de Buenos Aires

Ahí están con sus guardapolvos impregnados de un perfume tan particular como inconfundible. Son personajes especiales, que encuentran a través de una lente objetivo seres microscópicos que los hacen felices y los acompañan como melodías durante toda su existencia.

Ahí van con su paso cansino, con cuerpos maltrechos por horas de estar parados, por kilómetros de mesadas, por litros de reactivos circulando por sus pieles, por sus labios, por sus manos.

Seguro los encuentran perdidos en fotos desteñidas de atlas que atesoran como incunables, nadando en valores de referencia, buceando nomencladores, repitiendo lo que haga falta hasta dejarlos conformes sin medir lo que se gasta, solo buscando el placer de tener lo que se busca y lo que sirve.

Seres de anteojos inevitables, personajes de historietas de carne y hueso, que sonríen ante un extendido sin flecos, que abrazan a un autoanalizador confiable como a un amigo de toda la vida, que se duermen en sillas con la cabeza apoyada en un Kaplan de hojas subrayadas.

El despertador marca las 6.00 hs implacable, no importa el frío o el calor, estarán a la hora indicada, con el mate acompañando, la mano extendida y las ganas intactas, cada día por segundos, minutos, horas, meses, años.

Algo por descubrir

Nunca es igual, siempre hay algo por aprender, algo por descubrir, un artículo por leer, ahí quizás reside uno de sus misterios, la capacidad de siempre querer más.

En la sala de extracción, pegados a un mechero, frente a la computadora, en un office de la guardia, en un rincón perdido de cualquier clínica u hospital, en silencio sólo con el ruido de su conocimiento, hay una bioquímica, un bioquímico, ayudando a que la enfermedad sea menos enfermedad, a que el tratamiento sea más efectivo, que la salud sea mejor, que el mundo tenga guardianes de ambos y guardapolvos, seres que dan luz en un sector muchas veces teñido de sombras y oscuridad.