Por Prof. Dr. Alberto Lazarowski* para FABAinforma
*Doctor en Bioquímica-UBA Miembro de INFIBIOC - UBA. Director de la Carrera de Especialización en Bioquímica Clínica Área Hematología - FFyB-UBA.
Cada año, cerca de 10 millones de personas mueren en el mundo como consecuencia del hambre y la desnutrición, de los cuales alrededor de 4 millones son niños menores de 5 años.
Estas cifras superan lo que se registra en las muertes como consecuencia del sida, la malaria, y/o la tuberculosis. Sin embargo, debemos resaltar que estos casos de carencias nutricionales graves son solamente el aspecto más dramático de un escenario mucho más amplio, donde miles de millones de individuos están afectados por las deficiencias alimentarias y sufren las consecuencias de su incapacidad de integración social e incorporación al sistema productivo.
Dentro de esta tragedia, la condición anémica se constituye en un marcador robusto de estas deficiencias alimentarias, de las cuales la carencia nutricional de hierro resulta ser la condición patológica más prevalente a nivel global, y afecta a más de 2.000 millones de individuos en todo el mundo.
Esta enorme preponderancia de la deficiencia nutricional de hierro, en la medida que se prolonga en el tiempo termina en el cuadro anémico. De este modo, la sola detección del porcentaje de individuos con anemia en una determinada comunidad permite estimar el nivel de incidencia de la deficiencia nutricional de hierro en la población a la que pertenecen los individuos anémicos detectados.
Sin considerar las causas infecciosas o hereditarias de las anemias (como el paludismo o las hemoglobinopatías, etc.), la OMS ha establecido que, si el 20% de los individuos de una comunidad son anémicos, la deficiencia nutricional de hierro estaría afectando al 40% de su población. Pero si la anemia está presente en más del 40% de los individuos, la deficiencia nutricional de hierro está afectando al 100% de los miembros de dicha comunidad.
Estas cifras escalofriantes se hacen aún más dramáticas si consideramos que la fortificación con hierro de los alimentos tiene un costo que no supera el valor de 1 dólar por individuo por año. Este fenómeno tiene lógicamente una explicación fisiológica, y consecuentemente una explicación socioeconómica.
La causa fisiológica radica en que el ingreso del hierro al organismo es 100% dependiente de la absorción intestina, y lógicamente es nutricional.
El detalle es que el hierro presente en la mayoría de los alimentos se encuentra oxidado como Fe3+, condición que no permite su absorción por los enterocitos. Para su ingreso a las células intestinales, debe ser reducido a Fe2+, tarea que cumple un citocromo duodenal asociado al transportador de metales divalente (TMD). Este proceso de absorción tiene una baja eficiencia en comparación de la capacidad de nuestro organismo de incorporar al Fe3+ encapsulado en los grupos HEM (hemoglobina, mioglobina, citocromos, etc.) presentes principalmente en las carnes rojas, o dentro de la ferritina, y con una eficiencia de absorción de más del 90%. Dado que en mamíferos no existe un mecanismo fisiológico normal de pérdida de hierro, esta diferencia absortiva, sirve de resguardo para las especies carnívoras, que les permite acumular hierro en sus depósitos, para reutilizarlo ante la escasez de alimentos. Este fenómeno biológico se traduce en el concepto que “hierro que ingresa al organismo no sale, salvo por sangrado”.
De modo tal que todo el hierro que podamos acumular quedara guardado en los depósitos, como prevención de caer en la trágica situación de carencias nutricionales. Si ésta es la situación, y ante la incapacidad de adquirir por periodos prolongados alimentos ricos en grupos hemínicos, el hierro presente en los depósitos será utilizado para la eritropoyesis, hasta su agotamiento, y la consecuente instalación de la anemia.
Hasta aquí una simple descripción fisiológica de este fenómeno nutricional, que condena a las poblaciones con escaso acceso a las carnes rojas, a tener alto riesgo de desarrollo de deficiencias nutricionales de hierro y de su consecuente anemia. Dato que caracteriza a los países subdesarrollados.
Por ello, la OMS considera que el alto porcentaje de individuos con anemia de una población es una clara evidencia de un estado nutricional deficitario al menos en hierro, pero seguramente también de otros nutrientes, con alto riesgo en embarazo e impacto en el deterioro del desarrollo pondo- estatural e intelectual principalmente en niños menores de 5 años.
Es menester entonces considerar siempre el factor nutricional como un desencadenante del desarrollo de la anemia, especialmente en los grupos más vulnerables (niños menores de 5 años, embarazadas y ancianos), dado que en la mayoría de los casos su terapéutica es simple, y no es de tipo farmacológica sino económica y depende solamente de garantizar el acceso a los alimentos adecuados. La llamada deficiencia de micronutrientes puede ser la causa del desarrollo de la anemia, y aquí revisaremos las más predominantes, como deficiencia de hierro, ácido fólico y vitamina B12, selenio, cobre, zinc, vitamina A y vitamina E.
En el país de la carne, donde cada vez se exportada más pero que, en las actuales condiciones socioeconómicas, nos resulta cada día menos accesible, el solo hecho de realizar un testeo de Hematocrito/Hemoglobina a nivel poblacional, nos puede dar una radiografía del estado nutricional del hierro de las poblaciones vul