Editorial

Nuestro día, todos los días



Por Dr. Claudio H. Cova
Presidente de la Federación Bioquímica de la provincia de Buenos Aires

El 15 de junio festejamos nuevamente el día del Bioquímico, para nosotros generalmente es un día que transcurre entre mesadas azulejadas, paredes plagadas de cartelitos con recordatorios de técnicas ya vetustas, teléfonos insistentes que nadie quiere atender, preguntas insólitas de los pacientes y frascos con orinas mal cerrados que invitan a maleficios que atraviesan varios árboles genealógicos.


¿Ahora cuál sería nuestro día del Bioquímico si lo pudiéramos elegir?


El día que entramos por primera vez a nuestro Hospital de prácticas o residencia con el guardapolvo en la mano y una ansiedad difícil de manejar, el día que sacamos sangre por primera vez y nos temblaban hasta los dientes y no sabíamos qué decir o preguntar, el día que probamos que una pipeta de eritrosedimentación puede ser un amargo sorbete que desafía la infectología y la bioseguridad, el día que se nos desmayó el primer paciente y pensamos que lo estábamos empujando a su destino final, el día que dimos el primer test de embarazo positivo y nos sentimos felices de un sueño hecho realidad, el día que nos creímos poderosos al ayudar a un paciente de terapia a salvar su vida, el día que los más viejitos dejamos la máquina de escribir y la cambiamos por un teclado y un monitor fósforo blanco, definición de color que aún en la actualidad resulta incomprensible, el día que tuvimos en nuestras manos la primer pipeta automática y despedimos a la poco querida micropipeta de vidrio.


Muchos días en uno solo, muchas emociones atravesadas por los años, imágenes ampliadas en nuestros corazones en 100 x, anécdotas de guardias inolvidables, recuerdos de compañeros en noches regadas con mates lavados y manos secas por el alcohol y el agua oxigenada.


Días de notas manchadas con picrato, de jeringas con émbolos envaselinados, de insertos de técnicas guardados como obras incunables en rincones estratégicos para no ser expropiados.


Compromiso y amor a la profesión


En estos últimos dos años salimos a la luz, dejamos nuestro submundo para salir a la superficie, corrimos el telón imaginario de nuestros rincones blancos e impecables, y mostramos que no había diagnóstico de COVID 19 sin Bioquímicos.


También marcamos un camino por seriedad y compromiso, por tenacidad y conocimiento, por amor a una profesión que nos hace únicos y a la vez comunes, cercanos.


Ahí vamos, el bioquímico de pueblo que da instrucciones de recolección de orinas en la góndola del supermercado a la vecina, el bioquímico de ciudad que es referente en su clínica u hospital, el bioquímico del laboratorio unipersonal que es personal de limpieza, secretaria y profesional, increíble todo en uno, el bioquímico de grandes laboratorios que nos sirve de guía y ayuda ante consultas de pacientes y colegas médicos.


Muchos días, quizás todos los días son los nuestros, muchas realidades en una realidad también son las nuestras. Seres particulares de horarios contrasistema, de vicios plagados de estructuras inamovibles, revisionistas inquietos, prolongaciones de banquetas y mesadas, cuestionadores implacables.


Desde este ocasional lugar, mi infinita admiración y respeto, cada uno desde su lugar de actividad profesional, desde su pequeño o gran espacio, desde su dedicación y profesionalidad nos levantan la vara del desafío como dirigentes, y nos lleva a la palabra común pero no menos profunda que naturalmente viene a estas líneas: gracias.


Feliz día hoy, y todos los días.


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